Presentación realizada en el marco del VII Coloquio Internacional de Psicoanálisis y Disciplinas Afines: Interpretación y poder, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, el 12 de diciembre de 2024.
La pregunta por los marcos del trabajo psicoanalítico en los tiempos actuales
“Creo que el libro Inscripciones…da un giro metodológico y político crucial: parte de la violencia para llegar a la naturaleza traumática del sujeto en la historia y se pregunta por las modalidades de inscripción del sujeto más allá del circuito perverso.”
Miriam Debieux Rosa[1]
Es un gran placer hacer algunos comentarios sobre el libro Inscripciones. Fracturas del lazo social y procesos de subjetivación, organizado por mi amigo y colega de la Red Interamericana de Investigación en Psicoanálisis y Política (RedIPPol)[2], el profesor Pablo Cabrera[3], publicado por Tiempo Robado editoras.
El libro inicia con una presentación consistente y aguda escrita por Pablo Cabrera, la que tiene por nombre “La praxis psicoanalítica en los límites de la cultura”. Cuenta además con el excelente Prólogo de Françoise Davoine, en el cual resalta las claves fundamentales y el campo en el cual se inscribe este libro. El cuerpo del libro se organiza con escritos de autores de diferentes países divididos en cuatro partes: I: El cuerpo de la violencia y sus formas de inscripción; II: Historia, trayectos biográficos y prácticas; III: Inscripciones en acto e imagen; IV: Investigaciones interdisciplinarias. Sujeto a historia.
Pablo Cabrera anuncia pertinentemente que: “El libro Inscripciones… aborda diferentes enfoques en torno al horizonte de posibilidad de subjetivación que permanece ante la violencia y las fracturas del lazo social.”
Es un trabajo colectivo que promueve el pensamiento continuo en torno a enfoques específicos de lo que podemos llamar la clínica de lo traumático. También muestra y orienta caminos para abrir las formas y espacios de simbolización de las fracturas del lazo social.
Destaca que se trata de una publicación colectiva que integra experiencias y diálogos con psicoanalistas de Brasil, Argentina y Francia, así como con investigadores asociados a diversos campos como la historia social, la filosofía, la teoría de género y el arte. Volveremos sobre este punto.
En mi opinión, el libro esboza el estado del arte sobre cómo estos psicoanalistas y otros investigadores enfrentan la pregunta de Lacan sobre si estarán “a la altura de su tiempo”, enfrentando las cuestiones cruciales que atraviesan justamente nuestro tiempo.
Cuestiones que necesariamente articulan psicoanálisis y política, incluyendo aquí no sólo el análisis social, sino la praxis, la clínica y la clínica psicoanalítica.
A lo largo de la historia del psicoanálisis, hubo una dicotomía entre clínica y política. Para un buen número de psicoanalistas, son términos antinómicos, en la medida en que, de acuerdo con su concepción, el psicoanálisis operaría sobre lo singular y la política, en cambio, se ocuparía de la gestión, reproducción y transformación de las dinámicas sociales. Desde esta perspectiva el analista sería neutral respecto a los cruces y contradicciones sociales, económicas y culturales. Y en tal sentido, el sujeto no tendría color, raza, género o clase social.
Sin embargo, los psicoanalistas que se dieron cuenta de que la disputa por el poder implica la manipulación de afectos y discursos, ya sea en gobiernos autoritarios y dictatoriales, o en la forma en que se ejercen los poderes en contextos periféricos, resaltaron la importancia de los marcadores sociales de género, clase, raza y cultura, entre otras. Aquello incide, en último término, en cómo sucede y se reparte la vida y la muerte. Será esa posición sobre el psicoanálisis en una cultura y su relación al poder como algo inherente a su práctica, a partir de la cual estos psicoanalistas empezarán a dedicarse a construir estrategias y tácticas clínicas específicas en torno al sujeto inserto en el mundo socio-histórico.
La inclusión de la política en la clínica psicoanalítica es una exigencia ética, pues existen estrategias de control social que, a través de discursos discriminatorios e identitarios, inviabilizan a los sujetos y reducen su discurso a enunciados sin polisemia, ya sea en la sociedad o en las instituciones. El silenciamiento resultante cuestiona la curación a través de las palabras y no puede reducirse a la dimensión de un fantasma, una familia o un romance edípico no resuelto.
La práctica psicoanalítica se ha enfrentado a la violencia y sus efectos sobre el sujeto, lo que necesariamente implica el análisis de las lógicas presentes en el vínculo social, vínculo discursivo, discurso sin palabras (Lacan, 1970)[4] que permiten, en algunos contextos, la naturalización de la violencia en nombre del derecho al goce de algunos y la exclusión del resto. Se trataría de la promesa del capitalismo avanzado o del neocapitalismo que atrae y seduce con aquel reclamo de acceso al objeto de disfrute, excluyendo la naturaleza traumática del encuentro fallido en cuestión.
Aspirando a una relación sin problemas ni actos fallidos con su objeto (sin patetismo, como diría Kant), y reducida a un puro goce, en el capitalismo, el individuo tematiza un problema que fuerza el acceso a su objeto de goce, negándole el paso por el discurso (vínculo social). Para este individuo no hay deuda simbólica, en tanto no se suscribe al pacto y no paga con “una libra de carne”, diría Lacan (1960)[5]. Por tanto, sin deuda simbólica, será el otro el que debe pagar su fracaso, con su nombre o inclusive con su propia vida.
Lo que sucede en los sótanos de la democracia neoliberal es la realidad señalada por Sade: la voluntad de goce que toma al otro como objeto, o inclusive podríamos decir como cosa. Me refiero aquí a la articulación de los discursos de Kant con Sade (Lacan, 1963)[6], señalando la compatibilidad de la Filosofía en la alcoba con la Crítica de la razón práctica. Lacan afirma que la verdad de la razón (o voluntad) práctica de Kant está en Sade: sitúa la voluntad de Kant como una voluntad de goce.
Al hablar del sufrimiento sitúa al sujeto como instrumento del goce del Otro. “Kant admite, sin embargo, un correlato sentimental de la ley moral en su pureza, y, muy singularmente… no es otra cosa que el dolor mismo” (Lacan, 1963)[7]. Freud ya había advertido esta relación cuando formuló el concepto de superyo y sus imperativos morales, citando a Kant en una crítica implícita. Pero Lacan revela el punto que transforma el sujeto de la moralidad, tal como lo formuló Kant, en un instrumento radical de goce.
Aquí hay una clave que nos permite articular un determinado discurso democrático o liberal con la permisividad de la violencia: la interdependencia de los discursos indica que la verdad puede dilucidarse en otro discurso.
Y la eficacia de la práctica psicoanalítica puede beneficiarse de esta observación. Así como es Sade quien aclara a Kant, se puede decir, del mismo modo, que los discursos jurídicos, médicos, políticos y policiales están compuestos por una articulación que implica a los distintos agentes sociales que operan en los sótanos de la democracia, en la lógica de la violencia y la propia expropiación del sujeto.
El libro confronta el hecho de que no ha habido suficientes respuestas clínicas a los imperativos liberales y fascistas que prevalecen abiertamente en nuestros tiempos cuando la ola de extrema derecha ya no se molesta en negar su voracidad y obscenidad para explotar, torturar, matar, promover genocidios televisados, cooptando goces o amenazando a quienes no se alinean en sus filas.
¿Qué les toca a los psicoanalistas en estos tiempos? ¿Serán suficientes los marcos tradicionales? ¿Cuál es la dirección del tratamiento? Esta es la pregunta que cada capítulo de este libro busca responder en su propio campo de actividad.
Nos enfrentamos al despliegue del poder de la vida y la muerte en la producción del trauma como arma de guerra. Vimos las elecciones estadounidenses, los graves asesinatos, el silencio. O en mi caso, cae una gran lluvia en Brasil y todo se inunda. Pueblos enteros quedan bajo el agua e inclusive el barro. Luego, todo arde y se incendian grandes zonas de mi país, lo que tendrá consecuencias territoriales, así como efectos mundiales a corto plazo. Y aquí estamos, en algún lugar de esta escena: ¿espectadores? ¿cómplices? Escena/evento del que parece no haber salida: solo impotencia y distopía. Vemos el fin del mundo frente a nosotros.
Sin embargo, se puede revisar otra escena y sacar otras conclusiones: el dilema de los tres prisioneros trabajados por Lacan en relación con el tiempo: el momento de mirar, el momento de comprender y el momento de concluir. La liberación de los tres prisioneros sólo puede ser viable en una dimensión colectiva, puesto que las soluciones individualistas no liberan. La clave del dilema de los prisioneros y de nuestro tiempo es y puede ser colectiva. Podemos encontrar una salida juntos.
Entiendo este libro, escrito por un colectivo, en esta clave –en la producción del tiempo para comprender–, y para ello, como dije, integra experiencias y diálogos con psicoanalistas de Brasil, Argentina y Francia, así como con investigadores de otros campos como la historia social, la filosofía, la teoría de género y el arte.
El libro da un giro fundamental. Parte de la violencia y las imágenes traumáticas que despolitizan y desubjetivan, convirtiendo a los sujetos en meras víctimas, víctimas desilusionadas y resentidas, que a su vez cobran un precio impagable por sus males, trazando el ciclo que perpetúa la violencia. Pero, lo que es más importante, no se limita a la violencia, que sería insuficiente o incluso peligrosa.
Marianne Hirsch[8], profesora de la Universidad de Columbia, dice que un tipo de “contagio transgeneracional” tendería a “perpetuar una cultura de actitud defensiva, desigualdad racializada, nacionalismo y etnocentrismo, que sólo puede conducir a más violencia”. El énfasis habitual y apolítico en el trauma y el sufrimiento refuerza un modelo de victimización que puede perpetuarse a través de generaciones. El uso político del trauma puede justificar nuevas formas de violencia, como se hizo con la instrumentalización ideológica de la memoria del Holocausto.
Como lo hace el libro, y los relatos de praxis contenidos en él, el énfasis debe migrar a las formas de transmitir la historia y tener la función de reconocer las múltiples heridas traumáticas dejadas por diferentes historias en todo el mundo, como la esclavitud, el racismo, el colonialismo y el genocidio.
Creo que el libro Inscripciones…da un giro metodológico y político crucial: parte de la violencia para llegar a la naturaleza traumática del sujeto en la historia y se pregunta por las modalidades de inscripción del sujeto más allá del circuito perverso.
Inscripciones…, es el título del libro que nos permite escuchar la historia de cada sujeto articulado en el discurso social y político, escuchar, como nos dice Jacques Hassoun[9], a los “contrabandistas de memoria” que son transmisores de una historia tácita y negada. Esto necesita ser presenciado por otro –el analista– así como reconocido e inscrito en la historia social, junto con encontrar formas colectivas de resistencia y posibilidades de reparación cultural. Todas ellas son preguntas también para el psicoanálisis y para aquellos y aquellas que lo ejercemos.
Escribir un libro, contar historias, contarse en ellas, suscribirse, transmitir, escribir juntos son formas de producir también lazos sociales y compartir un horizonte común en el cual otro mundo es posible.
Felicitaciones a los autores y a Pablo Cabrera. Es un placer estar aquí junto a ustedes para compartir esta construcción y este horizonte.
Traducido por Pablo Cabrera P.
[1] Miriam Debieux Rosa. Psicoanalista. Profesora titular del PPG Psicología Clínica Universidad de Sao Paulo (Brasil). Coordinadora del Laboratorio de Psicoanálisis, Sociedad y Política de la USP (PSOPOL), de la Universidad de São Paulo (Brasil), e investigadora del Colectivo Amarraciones: políticas con adolescentes. Integrante de la Red Interamericana de Investigación en Psicoanálisis y Política (RedIPPol).
[2] RedIPPol es una Red Interamericana de Investigación en Psicoanálisis y Política en la cual participan psicoanalistas, investigadores/as, profesores/as universitarios/as, intelectuales y creadores/as que abordan de manera interdisciplinar los cruces entre el campo psicoanalítico y el campo de la política con sus respectivas consecuencias clínicas, socio-culturales, éticas y políticas. Sus integrantes se ubican principalmente en Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, Colombia y México. https://redippol.wordpress.com/
[3] Pablo Cabrera P.Profesor asociado de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Psicoanalista, psicólogo, Magíster en Epistemología y Doctor en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte, de la Universidad de Chile. Director del Programa Estudios Psicoanalíticos: Clínica y Cultura (Universidad de Chile) y coordinador de la Unidad Trauma, memoria y procesos de simbolización, del mismo Programa. Fue fundador y presidente de la Red Interamericana de Investigación en Psicoanálisis y Política (RedIPPol), entre 2022 y 2024.
[4] Lacan, Jacques-Marie Émile (1970/1996). O seminário 17: O avesso da psicanálise (Ari Roitman, trad.). Rio de Janeiro: Zahar. (Trabajo original publicado en 1970).
[5] Jacques Lacan, (1960) A Ética da Psicanálise. Seminário VII. Rio de Janeiro: Jorge Zahar. 1991, p.386.
[6] Jacques Lacan, (1963 ) Kant com Sade In Escritos. Rio de Janeiro: Jorge Zahar.1998.
[7] Ibídem, p.786.
[8] 8ª Conferência FAPESP 2024, “Repensando a Pós-Memória depois de 7 de Outubro”, en: www.youtube.com/watch?v=NJGBDlHHvpM&t=285s, 2024
[9] Hassoun, Jacques (1996). Los contrabandistas de la memoria, (Silvia Frendik, trad.). Buenos Aires: Ediciones De La Flor.