Presentación del libro «Donde se termina la tierra. Chile 1948-1970» de Désirée y Alain Frappier

En el marco de la presentación de los dos volúmenes de los autores Alain y Désirée Frappier, Claudia Contreras escribió el siguiente texto que compartimos con ustedes.

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Buenas tardes, gracias por asistir a la presentación de las novelas gráficas Donde se termina la tierra y El tiempo de los humildes, de Desiree y Alain Frappier.

Gracias también a la librería Aldebarán que, como siempre, es un espacio abierto a la comunidad, un espacio que defiende la memoria y que promueve el debate cultural. Sin la persistencia y trabajo de estas libreras, con Mariana Varas a la cabeza y la colaboración de Cristina, Alejandra y Florencia Jordán, esta magia no sería posible.

Quiero agradecer también a la Editorial LOM, por su publicación en español de El tiempo de los humildes en 2022.  Y a Tiempo Robado editoras, que hizo posible la traducción y publicación de Donde se termina la tierra en 2018.

Antes de hablarles de las novelas, me gustaría detenerme en una idea que me parece fundamental, que es el trabajo que las editoriales y los Estados realizan en la difusión de las historias individuales que llegan a ser colectivas.  En Francia, ambas obras fueron publicadas por primera vez, en 2017 y 2020, por la EDITORIAL STEINKIS, la que manifiesta su predilección por los temas de las relaciones entre pueblos, culturas, civilizaciones, cuestiones de identidad y pertenencia; sus publicaciones adquieren una dimensión histórica o didáctica, vinculando historia con historia, transfigurando la experiencia individual.  Sin embargo, el trabajo investigativo que Desirée y Alain Frappier tuvieron que realizar para llegar a su publicación, tuvo el apoyo principal, aparte de su magnífico talento artístico y narrativo, del Centro Nacional del Libro d’île-de-France y al Consejo regional d’île-de-France, entidades estatales que les apoyaron económicamente para viajar a Chile, investigar y poder adentrarse en las historias de Pedro y Soledad.

En Chile, por otro lado, tanto la edición de Donde se termina la tierra, como El tiempo de los humildes tuvieron el apoyo de fondos estatales, como en el caso de Tiempo Robado, con un fondo para la traducción y otro para la publicación. Y en el caso de LOM, quienes recibieron la colaboración y fondos del Institut Français du Chili. 

Me detengo en este aspecto porque no me parece un simple detalle, puesto que bien sabemos de qué manera hemos tenido que ir luchando, a veces hasta con dientes y garras, para defender nuestra memoria. Resguardar la memoria no debe ser solo una tarea de personas particulares, no debe ser una iniciativa dejada a la voluntad de quienes puedan ser más o menos sensibles al tema. O, lo que es peor, solamente a la voluntad de quienes tengan los medios económicos para hacerlo. Creo que es responsabilidad de los Estados impulsar y participar de estas iniciativas, como responsables de la obtención de la verdad, la justicia y la reparación a que tienen derecho las víctimas y todas las personas que han vivido atropellos a los Derechos Humanos. Y, dentro de las garantías de no repetición que el Estado debe resguardar, propiciar los ejercicios de memoria contribuye para que no se nieguen las atrocidades cometidas y, más aún, para evitar que vuelvan a ocurrir. Es por esto que celebro estas publicaciones, que evidencian la presencia de un Estado, no solo el chileno, sino también el de Francia, que están tratando de aportar a la reconstrucción de nuestra memoria.

Una mención especial se debe hacer a las magistrales traducciones.  No es difícil entender el viaje que emprendieron las ideas desde la investigación que Desirée y Alain realizaron en Chile, para luego verterlas al francés y plasmarlas en 264 y 360 páginas ilustradas.  En Donde se termina la tierra, Viera Stein y Claudia Marchant realizaron un impecable trabajo para mostrarnos las vivencias de un Pedro niño, más tarde un joven, que crecía en el Chile de mediados de siglo hasta 1970.

La traducción de El tiempo de los humildes corresponde a Eva Bonnefoy Rojas, quien logra situarnos lingüísticamente en la época de los mil días, transmitiendo acertadamente aquellas expresiones tan chilenas que conocemos, como “El que no salta es momio” o la referencia a “los upelientos” con la explicación de su connotación despectiva y muchos otros ejemplos que por tiempo y espacio no puedo mencionar.  Ambas traducciones resultan tan perfectas, que realmente nos hace parecer que estas novelas gráficas fueron escritas originalmente en español. Pero no.  De hecho, Desirée y Alain nos expresan las dudas que les nacían debido a la distancia lingüística. En la página 36 de “El tiempo de los humildes”, nos dicen: “El problema del idioma, que enfrentábamos continuamente, me planteaba el tema de la legitimidad. ¿Teníamos derecho de contar la historia de un país cuyas palabras desconocíamos?”.

Habiendo tenido ya la experiencia de acercarse a Chile a través de la vida de Pedro Atías, ¿por qué continuaban teniendo estas aprehensiones? ¿Se tiene o no “derecho” a contar la vida de otros?

Pues de eso trata la literatura.

¿QUIÉNES SON DESIREÉ Y ALAIN FRAPPIER?

Breve curriculum y conexión con Chile

Désirée Frappier (64) nació en Paris, Francia, de formación autodidacta, trabajó como actriz, diseñadora de vestuario, presentadora de talleres de escritura, periodista de algunos medios y en las revistas del sindicato de la industria editorial, antes de llegar a ser la guionista de varias novelas gráficas.

Por su parte, Alain (71) nació en Gafsa, Túnez,  es pintor, diseñador gráfico e ilustrador, estudió en la Escuela nacional superior de Artes decorativas de París y trabaja para el Ministerio de Reconstrucción y Urbanismo, la cinemateca Robert-Lynen, el sello musical Universal, Editions Hatier (que es una casa editorial derivada de Hachette, dedicada a la literatura escolar) y Hachette-Littérature, entre otros.

Tanto en Donde se termina la tierra como en El tiempo de los humildes nos cuentan el proceso que siguieron para llegar a la investigación de cada una de ellas. Su conexión con Chile fue menos que azarosa, pero más bien casual, no es difícil encontrar un chileno exiliado en Francia, y así fue que, en casa de unos amigos comunes, se encontraron con Pedro Atías. Desirée nos dice en Donde se termina la tierra: “Con Alain, desde hacía mucho tiempo queríamos encontrar una historia que tuviera lugar en América Latina: en Argentina o en Chile. Pero nos parecía imposible si no teníamos la ayuda de un hilo conductor sensible, capaz de llevarnos a los recovecos de una historia compleja sin perder la fragilidad de lo íntimo y particular. No necesitamos mucho tiempo para comprender que lo teníamos frente a nosotros.”

Así nació Donde se termina la tierra. De este deseo de entrar en la historia de Pedro Atías y su experiencia de vida fueron surgiendo conversaciones, que luego se materializaron en un viaje a Chile y finalmente terminaron expresadas en esta novela gráfica.  

Pedro, descendiente de libaneses, va contando su vida en este país. Desde la salida de su abuelo Antonio desde el puerto de Marsella el año 1900, buscando nuevos horizontes, hasta la llegada de su nieto al mismo puerto, buscando refugio e iniciando una vida en el exilio. Nos dice “De algún modo, mi abuelo y yo, tuvimos vidas muy parecidas. Vidas hechas de sueños y esperanzas. Sueños y esperanzas de una época, impulsados por la energía de nuestra juventud. La conquista de un nuevo mundo, donde todo era posible, mundo de bienestar y libertad, mundo que uno iba a encontrar y que el otro iba a inventar. Dos utopías guiadas por la voluntad de una vida mejor.

Igual que él, me aferré al hilo tendido por mis esperanzas. Un día, ese hilo se cortó…”

En medio de la aguda disputa que vivía el mundo, separado en dos bandos por la Guerra Fría, podremos encontrar la historia nacional contada desde una mirada muy personal: el cambio de escuela, la separación de los padres, el mundial del 62, la ejecución de Jorge del Carmen Valenzuela Torres, apodado “El chacal de Nahueltoro” y la controversia que puso al centro de la discusión el tema del pueblo y sus carencias;  las primeras experiencias adolescentes y la necesidad de adoptar una posición ante una realidad de fuertes contrastes materiales, valóricos e ideológicos.

La relación con el padre se ilustra en momentos importantes de su vida, como la discusión sobre la coyuntura o el conocimiento del mundo de la cultura, ya que su padre fue presidente de la SECH, sucediendo a Pablo Neruda.

Es interesante destacar de qué manera se van repasando los acontecimientos históricos de la época: la invasión china al Tíbet, la ascensión de Isabel como reina, las pruebas nucleares en las islas Bikini, el informe Kruschev que denuncia los crímenes de Stalin, el asesinato de Somoza, en fin, hechos que lee en el periódico y que las personas adultas comentan en la casa.

El agitado contexto mundial y las luchas de los oprimidos aparecen como referentes para Pedro.  Con la convicción de la juventud y la necesidad de tener una opinión, decide tomar posición y comenzar una vida activa en lo político, como estudiante de su último año de secundaria participa de la revuelta estudiantil del 68, llegando a integrarse a las filas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, del que participa activamente como militante en trabajos voluntarios en el campo y en las poblaciones.

También nos habla de su experiencia en la creación de una compañía teatral fundada con compañeros del Instituto Nacional y de las estudiantes del Liceo 1, la que continuó creciendo hasta lograr cierto nivel de popularidad y éxito.

No alcanzo a profundizar en los aspectos técnicos, pero sí me gustaría destacar la variedad de técnicas de la novela gráfica que en esta se utilizan, como el uso de fotografías reales pasadas a dibujos, la reproducción de diarios y revistas de la época, y de abundante material gráfico que nos permite hacernos una idea de la estética de ese período.

Es muy elogiable el trabajo de investigación realizado, el que revela su intención de plasmar en las imágenes del mundo y de Chile también a toda una época que impactó nuestras vidas, hasta la actualidad.

EL TIEMPO DE LOS HUMILDES nace de la necesidad de contar aquella porción de la historia de la que no se habla. En sus viajes a Chile, mientras recababan la información para Donde se termina la tierra, pudieron notar que a quien se lo pidieran, no hablaba de los años del gobierno de la Unidad Popular, sino que se saltaban de inmediato a la experiencia del golpe civil-militar. Se preguntaron por qué. Preguntaron mucho pero poco recogieron. Hasta que les contactaron con Soledad, en Francia.

 Esta novela aborda la experiencia de Soledad y es relatada en primera persona, narrando sus primeros años desde que abandonara el campo junto a su familia y migraran a Santiago, buscando una vida mejor, lejos de las arbitrariedades del patrón. Trasladado el grupo familiar desde la pobreza del campo a la pobreza de la ciudad, la familia de Soledad recibe la invitación para participar de la toma de un sitio en La Granja. Desde principios de 1970 las tomas se multiplicaban en la periferia de Santiago.

Envían a Soledad, de 15 años, a que se instale en una carpa, cerca de sus hermanos mayores.  Aquí, ella empieza a conocer la vida comunitaria, el compromiso social y político y el amor. La formación de una familia, el crecimiento de sus hijos y las esperanzas para darles mejores condiciones para vivir se entrecruzan con los hechos de la apabullante realidad, llena de cambios, de discusión,  de solidaridad y también de egoísmo. De lealtades y traiciones. La historia de Soledad es también la historia de un pueblo que comienza a ser protagonista de su historia, que comienza a sentirse representado y escuchado en sus demandas y sueños. Es la historia vivida durante el gobierno de la Unidad Popular.

Aunque el eje de la historia es la lucha de los pobladores del campamento Rigoberto Zamora para conseguir una vivienda propia, es también un recorrido por los mil días en que los humildes también formaron parte de la construcción de un sueño. Es el reconocimiento al trabajo desinteresado de miles que lucharon por mejorar la vida de otras personas, como Ricardo “Alejandro”Jorge Solar Miranda, también militante del MIR, que encabezó y lideró la toma del campamento Rigoberto Zamora.

La abundante bibliografía que recoge El tiempo de los humildes de libros, folletos, periódicos, películas, documentales, fotografías y archivos de internet, complementan esta personal experiencia de Soledad, quien vivió intensamente estos mil días, defendiendo su derecho a una vida plena.

 ¿Cuánto sabemos de lo que ocurrió en esta época? ¿De quiénes hemos guardado el relato? ¿Nos hemos quedado con lo que nos ha contado la prensa y la historia oficial?
Sin duda, esta novela gráfica nos permitirá conocer y aclarar algunos mitos importantes que nos han vendido: Aclarar que la verdadera nacionalización del cobre fue una acción realizada por el gobierno del presidente Allende, y no que solo fue “completada” porque Frei la había iniciado, lo que han querido hacer creer como historia oficial. Un extracto del historiador Jorge Magasich, en los anexos, nos da mayores luces al respecto, al igual que la investigación que incluyen acerca de las políticas de vivienda y construcción que amplía nuestra comprensión acerca del impulso que tuvo el gobierno de la Unidad Popular para mejorar las condiciones de vida de nuestro país. Aspectos silenciados y arrebatados, cuando hace 50 años nos cayó el peso de la noche.

Mi invitación es para que se adentren en estas historias que nos hablan de nuestra historia. Para que disfruten el arte gráfico y el narrativo, la rigurosidad de la investigación y la sensibilidad para vaciar en estas páginas las ilusiones y sueños que alguna vez tuvimos.

Concluyo esta presentación, trayendo una última cita en la que habla Soledad:

“Mi historia de amor con el que yo llamaba Alejandro estará para siempre enlazada a esa breve apertura conquistada por los humildes, Mil días son pocos para los que creímos que serían eternos… Pero en esa tierra bordeada de mar, las olas rompen y vuelven una y otra vez. Y nuestros mil días, un día, quizás, serán más largos que la noche.”

Muchas gracias.