«Violencia de género, pobladoras y feminismo popular. Casa Yela, Talca»

por Beatriz Villena Roco

Profesora de Estado en Historia y Geografía
Magíster en Políticas Sociales y Gestión Local.

Querida amigas Leo, Guaco; Benny, Luzma, Margarita Huencho, Tina, Julita, Blanqui, Ema, Carola, Yesi, Laura, Hillary, Eliana mi mamá, Margarita Amaya, Esmeralda, Alba, Adriana. Tantas amigas que se me aparecieron al leer este hermoso libro que da cuenta de la historia de las mujeres de nuestra Talca querida, NUESTRA HISTORIA, nuestra lucha por visibilizarnos, por organizarnos, por defender nuestros derechos.

Historia que se remonta  desde la Reforma Agraria en donde nuestra ciudad tuvo un rol muy importante, siendo el Fundo Alto Las Cruces entregado por la Iglesia para llevar adelante este revolucionario proceso de la TIERRA PARA LOS QUE LA TRABAJAN, hecho que también nuestra historia de organización, en donde hubo mujeres que trabajaron por otras y otros desde la educación popular, desde el fortalecimiento de la organización y también, porqué no decirlo, para ser vistas y ser valoradas. Cito el libro y especialmente a mi amiga de la vida Margarita Huencho:

Nosotras iremos integrando, nos iremos capacitando y nos iremos liberando, para sentirnos un poco más personas. Somos consideradas solamente como compañeras de ustedes porque no tenemos entradas de dinero. Entonces, nuestra labor no es considerada, a pesar de que es más pesada que la de los hombres, pero no ganamos dinero… (1 de Mayo 1972)

Y la joven Luz María haciendo lo propio como dirigente de Calaf.

Hillary, la autora, nos lleva ahora al golpe militar, periodo más brutal y triste de nuestra historia y nos presenta esta época también desde la perspectiva de las mujeres y de género, en medio de esta represión, en medio de esta pobreza, las mujeres se organizan para enfrentar la cruel realidad y ahí el comedor infantil del Barrio Norte es la excusa para combatir la pobreza y también al régimen imperante. Comedores que surgieron en distintos lugares de la ciudad, también en la Comunidad Nazaret en el Barrio Oriente y en el campamento Pedro Lenin o Panamericana Sur, donde las mujeres fueron las protagonistas de esta estrategia de sobrevivencia al arrimo de una Iglesia Católica absolutamente comprometida con los y las sufrientes [un recuerdo también a Marta Huilipan, niña que concurría al comedor junto a sus hermanas y hermanos].

Pero el Comedor del Barrio Norte fue también la excusa para que las mujeres aún más progresistas se organizaran para enfrentar el flagelo de la violencia hacia las mujeres. Las artífices de esta idea fueron las Hermanas Jessie y Laura. Hermanas Maryknoll (¡qué mujeres más visionarias y valientes!) que desde la Iglesia Católica, comprometida con los pobres, pero no por eso menos machista y patriarcal, lograron transmitir su compromiso, crear conciencia y empoderar a las pobladoras en defensa de sus propios derechos como mujeres.  Surgiendo así las Mujeres de la Casa Yela. Pero también hubo otras mujeres que vivieron y sufrieron todos los tormentos y los flagelos de las torturas.  Cito a Adriana Bórquez:

… y la violencia política aplicada contra la mujer, la tortura utilizada contra la mujer, es una violencia patriarcal. Es decir, desde ese concepto machista es que se ataca a la mujer. Yo creo que la violencia digamos “política” contra la mujer hoy se ve distinta a lo que fue hace 40 años atrás, porque se atacaba, se atacaba, su capacidad de ser madre, buena madre, «por tonta», qué se yo… «en vez de estar en tu casa, cuidar a tus chiquillos, estás metida, en esto, por huevona y peor.”

Desde mi lectura en este periodo, junto con realizar una férrea resistencia a la dictadura a través de múltiples expresiones de organizaciones; Comprando juntos, Comunidades de base, comedores abiertos, Colonias urbanas, Agrupaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos, de Ejecutados Políticos, de Presos Políticos  en donde las mujeres tuvimos un rol fundamental, se manifiestan también nuestras demandas de «democracia en la calle, en la casa y en la cama». Vamos lentamente caminando desde una visibilización de las mujeres,  de nuestras demandas y también de nuestros derechos. De esta forma nos encaminamos para ir viendo nuestra realidad desde una perspectiva de género y en esto, creo que la autora nos ayuda a mirar, analizar y tomar consciencia. Sin lugar a dudas, la dictadura nos afectó a todos, hombres y mujeres, pero la autora centra su mirada en este proceso de consciencia que pasa con ser mujer en este tramo de la historia, aunque no todas estando conscientes de este fenómeno.

Desde esta perspectiva vuelvo a reiterar todo mi reconocimiento a las hermanas Jessie y Laura, quienes fueron muy conscientes de este fenómeno y sin duda, fueron unas adelantadas, visionarias o proféticas de esos tiempos. Pero por sobre todo, quiero enfatizar esta proeza al interior de la Iglesia católica, apostólica y romana que contribuyó a dignificar a las mujeres y a darle una perspectiva política y transformadora a la intervención en las violencias que sufrían las mujeres del Barrio Norte de nuestra ciudad, y que paulatinamente y a través del tiempo van haciendo sinergia con otras mujeres de otras organizaciones, como es el caso de las Mujeres del Domodungu.

A través de este proceso se va incidiendo en las otras comunidades de base de la ciudad. Recuerdo claramente a la esposa de un responsable de una comunidad cristiana de base, mostrarme el libro muy asustada y escandalizada: cómo se podían estar viendo, leyendo y estudiando estos temas que hablaban de los derechos sexuales y reproductivos, la sexualidad de la mujer y esto al interior de las comunidades cristianas. Todo un escándalo, ¿no les parece?

Esto nos muestra y nos permite dimensionar las dificultades y las consecuencias que estas hermanas Maryknoll vivieron en carne propia. Si pensamos en lo difícil que es ahora ser mujer, religiosa, feminista empoderada al interior de la Iglesia, imaginemos ¡cómo era 30 o 40 años atrás! Por lo tanto, todo nuestro reconocimiento, una vez más, a estas dos hermanas Jessie y Laura. La dictadura “nos permitió” desplegar todas nuestras estrategias de sobrevivencia y también de resistencia, las mujeres inventamos mil formas de organizarnos, unirnos, visibilizarnos, denunciar públicamente las injusticias. Muchas incluso arriesgamos nuestras vidas y en definitiva, vivimos y logramos procesos de empoderamiento muy significativos.

En este contexto, la autora se encarga de describirnos nuestro trabajo por la vuelta de la democracia, pues la queríamos en nuestras calles, pero también en nuestras casas, soñábamos con políticas públicas que respondieran a nuestras demandas, con ser las protagonistas del nuevo proceso, que las violencias hacia nosotras fuesen reconocidas como problemas sociales y también políticos y no temas privados vividos al interior de nuestras familias solamente y demandábamos al Estado que se hiciera cargo de estas situaciones. Mientras tanto las mujeres Yela, continuaron con su trabajo de atención a las mujeres que vivían violencia y nunca bajaron la guardia desde el ámbito de las denuncias públicas: «NUNCA MÁS UNA MUJER GOLPEADA» y de esta forma contribuyeron a sacar las violencias al ámbito público. Estando la temática en el ámbito de lo público, es el Estado quien debe hacerse cargo y establecer las garantías respectivas. De esta forma se avanza desde la creación de un servicio público responsable de la temática de las mujeres, incluyendo la prevención de la violencia “intrafamiliar” y tendrán que pasar unos cuantos años hasta llegar a visibilizar las violencias de género.

Aquí, desde mi opinión, se genera el gran dilema entre el mundo de las organizaciones sociales en este caso de mujeres y sus respectivas demandas y el mundo de la política de Estado. El Estado estandariza, profesionaliza y genera la interpretación de la problemática desde esa perspectiva marcando una gran distancia con la interpretación que realiza la sociedad civil a través de sus organizaciones sociales, las organizaciones no gubernamentales (ONG). Se requiere de un Estado que reconozca, valide y considere la participación ciudadana como elementos fundamentales en la elaboración, implementación, monitoreo y evaluación de las políticas públicas y por otro lado, una sociedad  civil robusta, organizada, unida para efectuar el control ciudadano que le corresponde. Para que esto ocurra las organizaciones de la sociedad civil requieren de un financiamiento estable que permita su fortalecimiento y así poder cumplir con su rol.

Qué duda cabe que nos enfrentamos a nuevos tiempos, a nuevos escenarios, la savia nueva esta acá, se ha manifestado, se ha organizado, ha gritado en las calles, en las universidades, nuestro caminar no ha sido en vano.

Mil gracias Hillary por traer a la memoria, a mi memoria, a nuestra memoria tantas muestras de lucha, de resistencia, de organización y también, por qué no decirlo, de tanto amor por la causa. Gracias por traer a mi memoria tantos rostros de tantas amigas que, desde donde estuvieron o estuvimos, fuimos parte de este movimiento feminista. Desde el Barrio Norte, Brilla el Sol, la Carlos Trupp, la San Antonio y la Sargento Rebolledo, el campamento Pedro Lenin, el campamento Che Guevara. Gracias mujeres de la Casa Yela por habernos invitado a realizar este camino.

Muchas gracias!

Talca, 27 de junio de 2019